lunes, 28 de abril de 2014

Reconquista: Batalla campal en la plaza mayor y un dirigente preso que denunció torturas

Reconquista

En la madrugada de este domingo hubo una batalla campal en la Plaza 25 de Mayo, donde adolescentes y jóvenes se pegaron trompadas, patadas y cadenazos. La policía secuestró también un cuchillo y llevó preso con esposas a un dirigente político (ex candidato a intendente de Avellaneda) que dicen con aliento alcohólico comenzó como pretendiente mediador pacifista y terminó pegándole un puñete en la cara a un policía, mientras que mediante una carta, el acusado cargó contra el accionar policial denunciándolos por torturas. Revelaron que su padre, que se retiró de la policía con la máxima jerarquía, de Comisario General, fue hasta la Unidad donde increpó a los policías y reclamó el cambio de caratula por una más leve. 

El líder del Partido Obrero Conrado Yamil Nuñez es quien estuvo preso varias horas luego de los hechos violentos en la plaza mayor de Reconquista. Tiene 28 años, es soltero, líder del Partido Obrero y vive en el Barrio Sartor de Avellaneda, ciudad donde se postuló como candidato a intendente. 
Según una fuente policial, Nuñez no participaba de la batalla campal, sino que quiso mediar y terminó enfrentado con un policía al que le pegó un puñete en el rostro, lesionandolo en un pómulo. Esposado lo trasladaron a un calabozo donde estuvo varias horas acusado de atentado y resistencia a la autoridad y lesiones dolosas calificadas.
Desde la U.R.IX informaron que la actuación estuvo a cargo de la Unidad de Intervención Barrial, comisionados a la parte Central de la Plaza 25 de Mayo donde momentos antes se había generado un incidente de magnitud entre varios sujetos desconocidos quiénes se agredían mutuamente utilizando cadenas y armas blancas. Ya en el lugar, se procedió a disuadir la situación, procediéndose a identificar a un total de siete masculinos, tres  de ellos menores de 15 y 16 años de edad.
Detallaron que secuestraron en el sector Este de la Plaza, inmediaciones de los baños público, en presencia de testigos, los siguientes elementos: un cuchillo serrucho metálico marca Tramontina de cabo negro de hoja 9 cm por 1,5 cm de ancho, 10 cm de cabo ancho 1,6 cm de ancho y una cadena de 65 cm de largo formada con eslabones metálicos en forma ovalada de 2 cm y medio de largo por 1,2 cm de ancho la cual posee en uno de sus extremos un candado.
Los lesionados fueron derivados al hospital para su curaciones, labrándose para los mayores actuaciones por el delito de  lesiones leves en riña. 
Desde la U.R.IX destacaron que ya controlada esa situación, se apersonó un masculino quién en forma airada y a viva voz solicitaba a los efectivos actuantes explicaciones del procedimiento en curso,  requiriéndosele que retire del lugar a los fines de no obstaculizar el accionar Policial, pero en ese momento el causante, sin mediar palabras, arrojó un  golpe de puño que impactó en el rostro de uno de los funcionarios actuantes, ocasionándole una lesión, razón  por lo cual en forma inmediata se lo redujo utilizando la fuerza mínima e indispensable colocándosele  las esposas, hecho que no impidió que siga con las agresiones verbales  y físicas a sus custodios, lesionado también a otro de los policías, trasladándoselo a sede  del Comando Radioeléctrico donde se lo identificó, siendo alojado en Celaduría de la U.R. IX en calidad de aprehendido por el delito caratulado a prima facie atentado y resistencia a la autoridad y lesiones leves dolosas, anoticiándose al Fiscal en Turno, quién dispuso otras series de medidas al respecto. 
En ambos casos, luego de cumplimentar aspectos procesales todos recuperaron su libertad.

Por las lesiones en riña fueron trasladados a sede policial Moisés David González, 19; Pablo Fabián Martínez, 21; Alejandro Daniel Coronel, 20; y Darío Rubén Lugo, de 20 años. El resto eran menores de edad.
Sucedió cerca de las 3 de la madrugada de este domingo 27 de abril de 2014, cuando Reconquista cumple 142 años.
AMPLIAMOS:
Conrado Nuñez dio su versión del arresto:
Lo  hizo por escrito y lo tituló: "Yo te conozco a vos, zurdo sucio". Relato del caso de tortura policial ejercida contra mi persona.
Me llamo Conrado Nuñez.
La madrugada del domingo 27 de abril llegamos a la plaza 25 de Mayo de Reconquista con dos compañeros; nos impactó mucho el operativo policial que tenía lugar allí, cerca de los baños de la plaza: estaban diseminados por el piso, boca abajo y esposados, varios pibes. Eran alrededor de las 3:15 AM.
Reducción a golpes en la plaza
Nosotros veíamos desde la vereda de la plaza. Yo me acerqué un poco más porque veía algo que no me agradaba para nada: uno de los policías estaba insultando a unos pibes, una nena y otros dos varones, de unos 15 años (no eran parte de los arrestados), diciéndole a uno de ellos "¿Qué hacés acá, gil? ¡Rajá nomás!". Me acerqué al policía y le pregunté por qué los estaba insultando, siendo que simplemente se acercaron a ver; el policía me dijo que porque "Son menores y no pueden estar a esta hora en la calle", yo le dije que bajo ningún punto de vista eso era justificativo para agredirlos. Entonces, el uniformado me dijo que me calle y que raje de ahí; ante mi insistencia de pedido de explicaciones sobre su abuso de autoridad para con los menores, se acercó otro policía (un rubio grandote, que ahora sé se llama Orrego) y me increpó diciéndome “¡Vos callate la boca y rajá de acá!”; yo insistía con mi pregunta y ellos con que yo tenía que “rajar”… un segundo después se me tiraron encima varios uniformados (tal vez 4 o 5), me pusieron boca abajo haciéndome comer pasto y tierra; uno de los policías me acogotaba fuertemente con todo el brazo impidiéndome respirar… Yo me resistía, pegaba manotazos hacia atrás, gritaba continuamente “¡Hijos de putaaaa! ¡Me van a mataaaar!”, mientras oí a uno ordenar “¡Quebrale la muñeca, quebrale la muñeca!”, y sentí cómo cumplían esa orden: me retorcieron el brazo derecho hacia atrás, y no sólo el brazo: el cuello, las piernas, y tenían sus rodillas, botas y cuerpo presionando fuertemente todo mi cuerpo contra la tierra; uno dijo: “A ver, ¿qué vas a hacer ahora? Poné la otra mano atrás nomás.”, lo hice y allí me esposaron. Salieron todos de encima de mí; uno de ellos me levantó, me agarró de las manos esposadas y me arrastró todo el camino (unos 80 metros) hasta la Jefatura de Policía (Unidad Regional IX); si yo no mudaba los pasos, en esa carrera forzada, me iba de cara contra el asfalto.
Tortura y humillación en el pasillo
Ya en la Jefatura, me tiraron en el piso, en la intersección de dos pasillos. Los acontecimientos que relato a continuación evidencian la tortura y humillación a la que me sometieron antes de meterme en un calabozo; dado mi estado de conmoción, no puedo asegurar que el orden en que los relato se correspondan con la cronología de los hechos; pero yo estaba absolutamente lúcido como para recordar ahora cada cosa.
A mi alrededor había varios policías, algunos encapuchados. Alguno de ellos me pateó el trasero, y otro, o el mismo, la espalda, otro pasó y me pateó las manos… Yo levantaba la cabeza y los miraba a los ojos a todos. El rubio grandote mencionado arriba (Orrego) se me acercó y me dijo: “¿Vos pensás que yo no sé quién sos vos, zurdo sucio?” y me pegó una cachetada haciéndome golpear el rostro contra el suelo; yo levanté la cabeza y le dije: “¿Y vos quién carajo sos?”, me dijo que eso no me importaba “¡Zurdo sucio!” y otra vez una cachetada. Desde atrás, una voz femenina comenzó a interrogarme, me pedía datos personales. Uno de los datos era mi ocupación: “estudiante”; uno me preguntó qué estudiaba, le dije que quiero ser profesor; allí comenzaron a decirme, en tono burlón, “Aaah! Pero mirá vos el ‘profesor’, estos son unos ‘fumancheros’ de mierda, ¡drogadictos!”. Otro policía se acercó con una cámara fotográfica: “Vamos a sacarle fotos y escracharlo en Internet, como hacen con nosotros estos zurdos de mierda”, dijo. Yo levanté la cabeza y lo miré fijamente para que me tomara la fotografía. Los miraba a todos y trataba de observar todo lo que estaba sucediendo. En un momento, levanté nuevamente la cabeza y observé cómo un uniformado le sacaba foto al rostro de Orrego; alcancé a divisar que éste tenía un rasguño en esa zona (evidentemente, querían tener “pruebas” de que fue “agredido”, supuestamente por mí).
Una de las cosas que me dijeron me provocó una conmoción psicológica muy fuerte. Un policía se acercó por atrás y, tocándome la oreja izquierda con su dedo, me dijo: “¿Ves todo esto?... ¡te lo vamos a arrancar!”; me amenazaba con cortarme la oreja. Ese momento fue muy intenso, se me aceleró el pulso y sólo pensaba en que lo próximo que me esperaba era que me molerían a golpes en un calabozo.
A todo esto, la mujer que me interrogaba se había ido de mi lado. Yo oía que me seguían haciendo el cuestionario desde una oficina.
Toda la situación dio un giro cuando me pidieron otro dato. “¿Nombre de madre y padre y la ocupación?”, me solicitaron; “Mi madre, fulana de tal… y mi padre, Felix Nuñez, es policía jubilado”, respondí. Entonces comenzó un murmullo general entre los presentes. Uno dijo: “¡Aaah! ¿Sabés quién es éste? Es el hijo de Felix Nuñez”. Uno se acercó y me dijo: “Tu papá era un señor policía, un señor policía, y vos venís a hacer esto”; “Por supuesto que sí, no como vos, pelotudo”, le respondí.
Pasó un largo rato (o así lo viví) desde que me tiraron en el suelo de la comisaría. Mientras sucedía todo lo anterior, yo miraba alrededor; no habían traído, según parecía, al resto de los arrestados del operativo; me llamaba poderosamente la atención el hecho de que, aparentemente, era yo solo en el lugar con los uniformados; trataba de analizar el por qué, y lo que reflexionaba es que seguramente me llevaron sin los demás para humillarme y torturarme sin testigos. Los demás llegaron un rato después. Los pusieron a todos mirando la pared, arrodillados.
Con amigos así…
Me dijeron que me levante. Yo le dije que no podía y que me quiten las esposas urgentemente, “¡Díganme por qué estoy acá! ¡Quiero un abogado ya!”. Me levantaron y me pusieron como al resto de los aprehendidos, de rodillas contra la pared, cruzando las piernas; pusieron a un policía al lado mío para que me custodiara, estaba encapuchado y con un arma larga.
Un rato después, se me acercó un policía, decía ser Sutter. En un tono “cordial”, me dijo: “Amigo, ¿vos sos hijo de Nuñez? Decime qué pasó, contame”, “¿Qué? —le respondí— ¡Vos no sos mi amigo, y yo no tengo nada para contarte a vos! ¡Quiero un abogado urgente! ¡¿De qué se me acusa?!”, y le exigí que me quite las esposas, él me dijo que no podía y me ofreció asiento en un cantero, como para que le relate lo que había sucedido; yo insistía con que quería un abogado y le dije: “Yo sé muy bien que si no hubiese sido hijo de quien soy ustedes me estarían cagando a palos ahora”. Sutter se retiró. Yo salí de la posición corporal que me habían impuesto, y traté de descansar las rodillas; el encapuchado me exigía que vuela a la posición, y yo le dije: “¿Pero qué te puedo hacer yo, tenés un arma larga?”, “¡¿Qué te importa lo que yo tengo?! ¡Arrodillate!”.

Discusión en celaduría
Me llevaron a una oficina, celaduría. Allí había tres uniformados, uno de ellos de apellido Carrillo. Aquí volví a exigir todo el tiempo abogado y causa de mi arresto. Comencé también una discusión en que les presenté razones políticas por las que estaba apresado. Les decía que mientras hacen estos operativos para aprehender pibes de los barrios, las verdaderas fuentes del delito siguen intactas, como ser el narcotráfico y la trata de personas, con la policía y el gobierno metidos. Todo esto lo decía en un tono muy elevado (gritando), acusándolos de ser agentes necesarios de lo que estaba sucediendo; ellos querían excusarse diciendo que simplemente reciben órdenes; entonces les dije que me iba a retirar, y al interponerse en mi camino Carrillo, les recalqué: “¿Ves que sos parte del operativo por el que yo estoy acá?”. “¡Decime ya por qué me tienen acá!”, reclamaba. Entonces Carrillo se dirigió afuera y trajo un papel diciendo que la razón era atentado y resistencia a la autoridad y agresión a un policía, pero no me dio el papel para que yo chequee esa información.
En un primer momento, aquí en la celaduría, me tenían aún esposado. Cuando me quitaron las esposas, hice un llamado a mi madre, a quien le dije que me tenían preso sin motivo y que quería urgentemente un abogado para iniciar un juicio; esto lo decía en voz alta para que escuchen los presentes en la oficina.

En el calabozo.
A partir de aquí, me quitaron los cordones y el celular, me cachearon y me metieron en un calabozo. Serían aproximadamente las 4:10 hs.
Pasado un tiempo, me regresaron a celaduría para que me examine un médico, el cual tomaba notas de las observaciones que hacía en mi lesionado cuerpo. Yo le solicité que me examine internamente, porque las heridas superficiales no dicen nada.
Recién a las 7:40, aproximadamente, llegó la abogada, Dra. Arzamendia, de la Defensoría Judicial. Recién allí pude tomar conocimiento de lo que se me imputaba: “Atentado y resistencia a la autoridad y lesiones leves dolosas” a un policía. Recién aquí, también, hu¡ice mi descargo y me constituí en querellante de la causa.

Me devolvieron a la celda e intenté dormir. Me levanté de la mugrienta cama y llamé al guardia porque necesitaba orinar. Insistí varias veces… y nada… Tuve que hacer en el piso del calabozo. Yo tenía un compañero de celda, que me lo pusieron a mitad de estadía “A pedido de tu viejo”.
Alrededor de las 10 de la mañana el guardia me sacó de la celda. Me dijo que me iban a dar la libertad, pero que antes me iba a volver a revisar el médico. Me llevaron primero a una oficina donde me tuvieron largo rato: me estaban haciendo un prontuario; me pintaron los dedos, me sacaron fotos de frente y de perfil sobre fondo rallado. Me devolvieron a la celda. Estuve largo rato encerrado otra vez. A eso de las 10:40 me llevaron a que me revisara el médico, como habían prometido. Me sacaron algunas fotos de las heridas. Cuando estaba saliendo, un policía me acompañó y me hablo en tono “cordial”, diciéndome: “¿Cómo le va, Nuñez? Yo trabajé mucho tiempo con tu papá, y estuve hablando con él. ¿Qué pasó?”; “Yo ya hice mi descargo con la defensora”, le dije; “¡Ah! Ya hiciste el descargo… Y… vos… decime… ¿cómo analizás lo que pasó, qué opinión tenés?”, “Mire —le respondí—, yo no tengo ganas de hablar con usted.”
A eso de las 11:20 me dieron la libertad", concluye el escrito de Conrado Nuñez.
Fuente: Reconquistahoy.com